El colecho tiene beneficios evidentes para la madre y el bebé lactante. Los bebés que duermen junto a sus madres suelen tener un sueño más tranquilo y reparador. Maman tres veces más que los bebés amamantados que duermen separados de sus madres. Este incremento del amamantamiento por la noche tiene efectos muy positivos en la salud del bebé.
Aunque los
bebés que duermen junto a sus madres se despiertan un número mayor de
veces para mamar, la duración de estos despertares es más breve, por lo
que el descanso del bebé y de su madre es mayor.
El sueño del bebé que colecha con su madre es un sueño supervisado.
La madre está cerca y es consciente (aunque esté dormida) de los
movimientos del bebé. Esto le permite responder rápidamente a las
necesidades de su bebé durante la noche.
Los bebés que duermen con sus padres lloran sensiblemente menos
que los bebés que duermen solos. Así, puede deducirse que su nivel de
bienestar es mayor y sus niveles de estrés, menores. Esto incide muy
positivamente en su crecimiento físico y en su desarrollo emocional.
Dormir juntos refuerza el vínculo afectivo entre el bebé y sus padres. El sueño compartido es beneficioso para la comunicación y la interacción familiar.
El tiempo dedicado al descanso constituye, además, un tiempo de calidad que se comparte, evitando la separación forzosa que, en muchas ocasiones, causa angustia al bebé.
En varios estudios científicos se han encontrado efectos positivos del colecho en relación con aspectos psicológicos del niño
que lo practicó en su primera infancia. Algunos de estos beneficios
pueden resumirse en: mayor autoestima, mejor comportamiento (más
autocontrol), mayor seguridad en sí mismos, más tolerancia al estrés,
mayor nivel de optimismo y mayor grado de felicidad.
Lógicamente, los bebés necesitan el apoyo de sus padres
para ir desarrollándose y aprendiendo. Se les acompaña en sus primeros
pasos, se les enseña a comer nuevos alimentos o a decir nuevas palabras y
nadie duda de que esto haya de ser así. Pero se intenta negar el apoyo
para dormir. Esto es muy incongruente, puesto que los bebés también
necesitan apoyo y compañía mientras descansan. Esto les da seguridad y
confianza, lo cual les permite dormir mejor.
Aun así, para que el colecho sea una práctica positiva, debe haberse decidido libremente
y de mutuo acuerdo por parte de los padres. Si se utiliza como último
recurso para que el niño duerma, en contra de la voluntad y las
creencias del adulto, probablemente no reporte beneficio alguno, si no
todo lo contrario.
Si se acepta al
niño en la cama de los padres después de haber peleado porque el niño
duerma solo, culpabilizando y regañando al niño porque no quiere dormir
solo, el colecho deja de ser una práctica agradable y se convierte en
una guerra familiar que no es buena ni para el niño ni para sus padres.
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